COPA ARGENTINA: PATRONATO, UN CAMPEÓN HISTÓRICO, DEL DESCENSO A LA COPA LIBERTADORES

El equipo de Paraná le ganó la final a Talleres con un insólito gol de rebote de Tiago Banega, y pasó de sufrir la caída de la categoría y disputar el mayor torneo de clubes del continente.
 

No hay competición más rica en imprevistos y sorpresas que la Copa Argentina. Ni siquiera en una final. Esta vez, un gol insólito, de rebote, le dio a Patronato de Paraná el primer título de su historia al vencer 1-0 a Talleres de Córdoba, una conquista impensada para un modestísimo equipo que acaba de descender a la Primera Nacional.
 
El fútbol argentino decidió que la vuelta de tuerca a su historia debía ser sin medias tintas. Por primera vez el campeón de un torneo nacional de Primera División iba a ser un equipo no afiliado directamente a la AFA, y entonces no era cuestión de quedarse corto y permitir que el mérito recayera en un club de una provincia de las grandes; había que apostar fuerte y dejar que festeje un territorio bien chacarero y una entidad modesta, de recursos limitados e hinchada reducida. Patronato es el elegido para ocupar el lugar de honor y su éxito resulta inobjetable, casi épico.
 
En un estadio donde la parcialidad de Talleres hizo sentir claramente su superioridad y su condición de local, el equipo dirigido por Facundo Sava no se achicó y se abrazó a un festejo que sepulta con creces la amargura del descenso a la Primera Nacional consumado sobre el cierre del torneo de la Liga Profesional.
 
Resumir el ejercicio 2022 del rojinegro de Paraná no es tarea fácil. Arrancó a contramano, atado a uno de los presupuestos más modestos del campeonato, descolgado en la tabla de los promedios muy por debajo de sus competidores y casi desahuciado de antemano. En las cinco fechas iniciales de la Copa de la Liga cosechó cuatro derrotas y un empate (casualmente, contra Talleres), y solo en la sexta tras asumir el Colorado como nuevo técnico logró cantar victoria.
 
Sava fue cambiándole la cara al juego y el espíritu del equipo, que se hizo más combativo y atrevido. Así fue sumando triunfos -algunos resonantes, como contra Boca, Independiente y San Lorenzo-, trepó hasta el 10º puesto de la tabla y consiguió mantener intacta hasta el final la ilusión por salvar la categoría, en una remontada que no pudo culminar.
 
La revancha llegaría muy pronto. En la Copa Argentina, donde ya había dejado en el camino a rivales cualificados como Colón, Gimnasia y River, supo aprovechar la distracción de Boca luego de ganar la Liga y culmina el año de la mejor manera posible: con una vuelta olímpica, un billete a Abu Dhabi en el bolsillo para disputar la Supercopa y la clasificación para jugar la Libertadores 2023, aunque sea desde el extraño trampolín de la Primera Nacional.
 
En sí misma, la final estuvo lejos de alcanzar el brillo espectacular que tuvo la presentación, a puro juego de luces y fuegos artificiales. Le sobró intensidad, determinación y fiereza, pero anduvo escasa de fútbol.
 
En ese aspecto y desde el principio y hasta los 20 de la segunda mitad, las mayores dosis las puso Talleres. Con una receta muy simple: anticipo y presión en el medio, toque rápido de Rodrigo Garro para progresar y velocidad de Diego Valoyes, Michael Santos o Gonzalo Alves arriba, el equipo de Javier Gandolfi tuvo más la pelota y gozó de las mejores llegadas, aunque en la definición tuvo su punto flaco.
 
Ningún delantero de la T supo tomarse el segundo de más para ajustar el remate y de ese modo fueron desperdiciando situaciones Valoyes a los 3 y a los 38, Alves a los 12 o el movedizo Michael Santos a los 18.
 
Mientras tanto, Patronato sufría y pegaba más de lo que jugaba (tuvo 7 amonestados). Incapaz de sostener el balón en el medio, el equipo de Facundo Sava se sostenía a partir del esfuerzo colectivo para correr y tapar, las faltas reiteradas y los rechazos sin destino de Carlos Quintana.
 
El guión se mantuvo intacto 20 minutos más a la vuelta del vestuario. Movió el banco Sava, mejoró Patronato con los ingresos de Alex Rodríguez y Justo Giani, empezó a sentir el cansancio Talleres (la final fue su partido número 57 en los 259 días de esta temporada, uno cada 4,5 días) y el partido empezó a cambiar de dueño, hasta que a los 32 ocurrió lo imprevisto. Tiago Banega alargó demasiado la pelota en un intento de avance, Gastón Benavídez salió al cruce, Banega fue al suelo para trabar, el rechazo le rebotó y la parábola de la pelota superó por arriba al arquero.
 
La desesperación del cierre no le alcanzó a Talleres para torcer el destino. Su tercera final siguió el sino de las dos anteriores. La gloria fue para Patronato, el festejo estuvo en la vereda de enfrente. Esta vez en Entre Ríos, donde el más humilde y chacarero de los dos se llevó el primer título grande para el Interior profundo del fútbol argentino.
 
Fuente: La Nación