Mauricio Macri va en contra de su ADN. Desde la abrumadora derrota electoral en las primarias del domingofrente al kirchnerista Alberto Fernández, se deshizo de años de ortodoxia económica y apeló a las armas de su enemigo. Ahora fue la eliminación del IVA del 21% que pagan productos básicos de la canasta alimentaria, como aceite, leche y harinas.
Antes fue el congelamiento del precio de los combustibles, una bajada en el piso desde el cual se abona el impuesto a la renta y pagos extras a los beneficiarios de ayuda social y empleados públicos.
La intención oficial es doble: por un lado, Macri lanza señales a las clases media y baja, que le dieron la espalda en las primarias. Por el otro, intenta neutralizar una nueva escalada inflacionaria.
El Indec, la oficina pública de estadísticas, informó el jueves de una inflación de 2,2% para el mes de julio, en línea con las previsiones, y una tasa interanual del 54,4%. El Gobierno confiaba en mostrar en agosto una cifra por debajo de la última cifra, pero todas las esperanzas volaron por los aires. Se trata, ahora, de aguantar.
Macri resiste a los grupos, internos y externos, que exigen cambios en su equipo de Gobierno. El peronista tránsfuga Miguel Ángel Pichetto, candidato a vicepresidente en la papeleta oficialista, tuvo que desmentir su nombramiento como nuevo jefe de Gabinete, en lugar de Marco Peña. Y el tradicional almuerzo que los ministros celebran todos los viernes en la residencia presidencial de Olivos se convirtió en fuente de todo tipo de especulaciones.
Las miradas apuntaron al ministro de Economía, Nicolás Dujovne, presente en el encuentro y, al menos hasta anoche, ratificado en el cargo. Dujovne ocupa el sitio más expuesto a los vaivenes de la crisis.
Tras el lunes negro que siguió a la derrota, cuando el peso perdió casi el 30% de su valor y la Bolsa se derrumbó 38%, la economía argentina tiende a estabilizarse. Los mercados cerraron el viernes con un dólar alrededor de los 58 pesos, contra el cierre de 63 pesos de mitad de semana.
Fue crucial el diálogo telefónico que el miércoles mantuvieron Macri y Fernández, tras 48 horas de idas y vueltas en la que ninguno quiso someterse a la voluntad del otro. No habrá foto conjunta, pero al menos el candidato peronista a la presidencia tendió una mano a Macri y llevó algo de calma en medio de la tormenta.
La situación no puede ser más compleja para la economía argentina. La derrota de Macri por 47% a 32% en las primarias lo vaciaron de poder, pero el presidente está aún en campaña para vencer en las generales de octubre al mismo hombre, Fernández, que puede ayudarlo a calmar a los mercados. A horas de la derrota, y todavía aturdido por un golpe inesperado, Macri achacó el lunes negro a los 11,6 millones de argentinos que habían votado al peronismo.
“Esto es una muestra de lo que puede pasar si gana el kirchnerismo", dijo el lunes, con tono de reproche y los ojos vidriosos. El martes se arrepintió y pidió perdón. El miércoles anunció medidas de alivio económico y el jueves reunió a 1.000 dirigentes de su partido . Notablemente recuperado, les dijo que seguía en campaña y gobernando. "No hay un presidente virtual, el presidente soy yo", clamó sobre el escenario, en una referencia a Alberto Fernández, el hombre que ahora acapara toda la atención política nacional.